Para ti Rom

Your dying Heart by Adrian von Ziegler on Grooveshark

lunes, 16 de enero de 2012

Primera Cruzada: El principio del fin de Bizancio.

Carga catafracta.

En general, se denomina como Cruzadas a la serie de campañas, comúnmente militares, que a partir del siglo XI se emprendieron desde el Occidente cristiano contra los musulmanes para la recuperación de Tierra Santa. Estas campañas se extendieron hasta el siglo XIII y se caracterizaban por la bendición que les concedió la Iglesia, otorgando a los particulares indulgencias espirituales y privilegios temporales a los combatientes. El origen de la palabra se remonta a la cruz hecha de tela y usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte en esas iniciativas.

Para poder comprender qué razones tenía la historia de Europa y del Oriente  Próximo para tomar semejantes rumbos,  debemos remontarnos a los años  inmediatamente anteriores al comienzo del  fenómeno cruzado y ver qué estaba  sucediendo en el mundo de aquel entonces.

En torno al año 1000,  Constantinopla se erigía como la ciudad más  próspera y poderosa del mundo conocido.  Situada en una posición fácilmente  defendible, en medio de las principales rutas  comerciales, y con un gobierno centralizadoy absoluto en la persona del Emperador, además de un ejército capaz y profesional, hacían de la ciudad y los territorios gobernados por ésta (el Imperio Bizantino) una nación sin par en todo el orbe. Gracias a las acciones emprendidas por el Emperador Basilio II Bulgaroktonos.

Basilio II Bulgaroktonos.

Los enemigos más cercanos a sus fronteras habían sido humillados y absorbidos en su totalidad. Sin embargo, tras la muerte de Basilio, monarcas menos competentes ocuparon el trono bizantino, al tiempo que en el horizonte surgía una nueva amenaza proveniente de Asia Central. Eran los turcos, tribus nómadas que, en el transcurso de esos años, se habían convertido al Islam. Una de esas tribus, los turcos selyúcidas (llamadas así por su mítico líder Selyuk), se lanzó contra el "infiel" Imperio de Constantinopla. En la batalla de Manzikert, en el año 1071, el grueso del ejército imperial fue arrasado por las tropas turcas, y uno de los co-Emperadores fue capturado. A raíz de esta debacle, los Bizantinos debieron ceder la mayor parte de Asia Menor (hoy el núcleo de la nación turca) a los selyúcidas. Ahora había fuerzas musulmanas apostadas a escasos kilómetros de la misma Constantinopla. Por otra parte, los turcos también habían avanzado en dirección sur, hacia Siria y Palestina. Una a una las ciudades del Mediterráneo Oriental cayeron en sus manos, y en 1070, entraron en la Ciudad Santa, Jerusalén.


Estos dos hechos conmocionaron tanto a Europa  Occidental como a la Oriental. Ambos empezaron a temer que los turcos fueran a engullir lentamente al mundo cristiano, haciendo desaparecer su religión. Además, empezaron a llegar numerosos rumores acerca de torturas y otros horrores cometidos contra peregrinos en Jerusalén por las autoridades turcas. La paciencia iba a agotarse en algún momento.
En 1081, subió al trono Bizantino un general capaz, Alejo Comneno, que decidió hacer frente de manera enérgica al expansionismo turco.

 Alejo Comneno (Mosaico bizantino, Santa Sofia Stambul)

Pero pronto se dio cuenta de que no podría hacer el trabajo solo, por lo que inició acercamientos con Occidente. Alejo envió emisarios a hablar directamente con el papa Urbano II, para pedirle su intercesión en el reclutamiento de los mercenarios.
Rescatar Tierra Santa de los infieles y restablecer la seguridad en las rutas de peregrinación  fue solamente una excusa. Las causas verdaderas de las cruzadas son sociales, políticas y económicas. El factor religioso fue simplemente un pretexto para arrastrar  a la guerra santa a una muchedumbre de personas de toda condición social  que se sintió fascinada por la empresa de ganar para la fe de Cristo los Santos Lugares. Europa se había convertido en un campo de batalla incesante, con conflictos y guerras infinitas. La intención era unir a las facciones feudales contra el enemigo común para así mitigar el riesgo de nuevas guerras y reorganizar los recursos y las energías exclusivamente contra los musulmanes. Llevar la guerra a los infieles era una contienda digna de llevarse a cabo. Así lo proclamó el propio Papa Urbano II en una indulgencia plenaria, la primera de este tipo, en favor de todos aquellos que combatieran al pagano. Para el hombre medieval, muy temeroso de las llamas del infierno y el purgatorio, esta indulgencia fue un motivo muy poderoso para unirse a la Cruzada.
El 18 de noviembre  de 1085 comenzaron las sesiones del concilio que el papa Urbano II  había convocado en  Cleremont  (Francia). Los prelados  y miembros de la alta nobleza  asistentes fueron tan numerosos  que no cabían en la catedral y la  asamblea hubo de trasladarse al aire libre. El Concilio sancionó la  cruzada y rápidamente legados  pontificios recorrieron los reinos  latinos informando a prelados y gobernantes

Papa urbano II promotor de la primera cruzada.

El pueblo acogió el proyecto con fanático entusiasmo. Al grito de Deus volt, Deus volt  (Dios lo quiere, Dios lo quiere), una muchedumbre de toda condición se dispuso  alegremente a participar en la aventura. Los peregrinos  cosían sobre el hombro derecho de sus mantos o túnicas el distintivo de una cruz de trapo rojo.  La respuesta a la exhortación del pontífice fue más allá de todo cuanto podía esperarse; príncipes, nobles, caballeros,  pueblo llano acudían a tomar la cruz para marchar a Jerusalén. Los cruzados debían estar preparados para salir de sus respectivos países el día  de la asunción del año 1096 y partir hacia Constantinopla, donde debían concentrarse todos. El papa  puso al mando de la expedición al obispo de Puy,  Ademar de Monteil.   

Miniatura medieval de Ademar de Monteil, con la mitra, empuñando la lanza del destino en una batalla de la Primera Cruzada

Entre el pueblo llano, la respuesta fue rápida y pronto comenzaron a reunirse bajo la dirección de Pedro el Ermitaño, que sin esperar al 15 de Agosto se puso en marcha hacia Oriente en abril de 1096. Esta expedición popular, en la que  no faltaban mujeres y hasta niños, además de resultar militarmente inútil, constituía un enorme estorbo; después de cruzar por Belgrado, Sofía y Constantinopla, atravesaron el Bósforo para acabar aniquilados el 21 de octubre siguiente en la matanza de Civetot, cerca de Nicea. Una muchedumbre sin disciplina, entrenamiento ni equipamiento adecuado no podía tener otro fin. Esta fue llamada la cruzada de los pobres, y se pude considerar la primera cruzada, ya que fue en vanguardia de la cruzada de los nobles, sobre esto ya os pondré una entrada aparte ampliando el tema.

Cruzada de los pobres

Mucho más organizada fue la llamada Cruzada de los príncipes (denominada habitualmente en la historiografía como la Primera Cruzada), formada por una serie de contingentes armados procedentes principalmente de Francia, Países Bajos y el reino normando de Sicilia. Estos grupos iban dirigidos por segundones de la nobleza, como Godofredo de Bouillón, Raimundo de Tolosa y Bohemundo de Tarento, que se pusieron en camino en agosto de 1096, y en otoño e invierno de este año y primeros meses de 1097 fueron llegando a Constantinopla. Reunida ya la totalidad de la hueste, el 6 de mayo llegaban ante las murallas de Nicea que, asediada enérgicamente, se rendía el 19 de junio. Desde Nicea, los cruzados se adentraron en Asia Menor. El 20 de octubre de llegaron a Antioquia cuyo asedio duró hasta junio de 1098.

Todavía esperaba a los cruzados un año  completo antes de que,  vencidas todas las  resistencias y pasando  por Beirut, Sidón y  Cesarea, lograsen  alcanzar por fin los  muros de Jerusalén, que  fue conquistada el 15 de  julio de 1099. La cruzada había alcanzado su  objetivo. Jerusalén.

Batalla a las puertas de Jerusalem

Jerusalem habia sido reintegrada a la cristiandad el  camino a los peregrinos había quedado abierto, aunque el precio pagado había sido altísimo en vidas. Ahora urgía fijar la forma de gobierno en la Ciudad Santa y del territorio que iba a depender de la misma y la designación de un rey.

Cuatro eran los príncipes cruzados  que podían aspirar a es dignidad: Raimundo  de Tolosa, Godofredo de Lorena, Roberto  de Flandes y Roberto de Normandía.  Godofredo fue el elegido cambiando el  título de rey por el de Advocatus Sancti  Sepulchri (“Defensor del Santo Sepulcro”).

Había nacido el reino de Jerusalén. Pero eso ya es otra historia.


Fuente: Biblioteca pública de Cuenca.

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